JTô

Esos pedacitos de muerte
XXX época (X de X)


































































Principios de los noventa
Fragmento del supuesto
gran libro del mismo título.
Para
Fin de Tebanco.
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La Senda de Lucifer.
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Descubre, el ser humano que sigue la senda, que al fin todos los placeres son fruto del poder, y que sin éste estamos por completo vacíos. Y descubre que nunca es suficiente, que se ansía más y más, porque es el poder la mayor de las drogas, y de drogas sabe mucho el iniciado.

Un estudio más profundo revela que la búsqueda del poder absoluto es la causa que subyace en todo hombre para iniciar el camino, ya que clama a la razón humana que la sumisión es la negación del poder, su opuesto. Y orgullosamente se levanta el Hombre en contra de su Dios y busca el poder que Satán le ofrece a manos llenas. Porque Satán no somete, sino que se somete a los hombres en la tierra a cambio del consabido precio. Y le muestra sucesivamente las distintas formas de poder, satisfaciendo así su dependencia, y dejándole entrever en todo momento el poder absoluto del que desde un principio participa: el poder para destruir,
pues es el poder de destrucción el mayor poder concedido a los hombres. No hay que ignorar que quien puede destruir una cosa, eliminándola del mundo, privando así de su disfrute al resto de los seres, controla sin duda y por completo esa cosa.

mask Si bien sólo Dios puede crear, Lucifer le concede al hombre con sumo gusto el poder para rebelarse contra la opresiva creación y destruirla. Y no halla mayor satisfacción el seguidor del Maligno que descubrir y disfrutar el placer absoluto y demencial que da esta forma de rebelión; y la incorpora en consecuencia a todos los ámbitos de su vida.

Y la dispara a la plenitud en el sexo, con la cultivación del sadismo. Y se llegan a alcanzar inimaginables cotas de refinamiento, todas con la misma base: el otro es sólo el instrumento de nuestro goce y la materia prima con que escribir nuestra ofensa al poder divino; no importa más allá de su utilidad en nuestra guerra contra Dios. Y ya que los humanos son Su opera magna, de su destrucción por ignominiosos métodos sublimemente eróticos deriva el mayor placer. Y este placer y, sobre todo, la ejercitación del poder último de la destrucción, que conlleva la suprema afirmación del yo que niega a su Creador, el Ego Libertario, es lo único que puede importar. Y que los débiles esclavos ejerciten su pusilánime compasión.

Pero todo lo humano tiene un límite, y el que un día, de un modo casi inconsciente, comenzó a caminar por la
Senda de Lucifer, encuentra el final de su camino, rompiendo la última de las leyes divinas, humillando el último baluarte, destruyendo el último sello. Y así, alcanza el summum del placer ejerciendo de modo ya total e irreversible el poder absoluto.

Así es, el experimentado viajero del infierno, hastiado ya de destruir a otros, inicia el camino de la autodestrucción, camino sagrado y sin retorno, que los blandos dan en un único y cobarde paso: el suicidio; pero que el veterado gozador recorre con morosidad, con drogas mortales, juegos peligrosos y ante todo mediante el masoquismo en el sexo, llevándolo a sus máximos exponentes. Así, vemos que Su Majestad es en verdad el apelativo adecuado a dar al SadoMasoquismo por el caminante de la ruta del Mal.

Y por fin termina su camino en la tierra, entregándose el caminante hastiado de placer, al morir, a su guía:
Lucifer.



Escrito: 199X

Incorporado en Esos pedacitos de muerte: 1996

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